Adiós, compañeros, adiós.

Hoy es el dia que podria escribir cualquier cosa.
Podria decir lo de siempre
lo de que la gente me cae mal de entrada
y lo de que odio a las mujeres de tobillos gordos
como butifarras con demasiado trafico.
O no.
Tambien podria decir
que me sigue doliendo la espalda
a pesar del relajante muscular,
que no tengo ganas de comer,
que he dejado plantado mi primer whopper,
que aun no he hecho la maleta,
que esta tarde tengo que cargar una cocina
hasta un cuarto piso sin ascensor,
que es el ultimo dia de mis primeros dias.
Podria contaros que anoche estuvimos hablando
durante cuatro horas desde la cama.
Os diria que improvisé un ensayo sobre Depeche Mode
y otro sobre Marilyn Manson.
Maldije a la adolescencia.
Maldije a las vacas góticas y, otra vez,
sus tobillos ibericos.
Hablé de trilogias, de club de fans,
de excesos, de desaparición, de guarradas.
También podría contaros que
me quedan dos piedrecitas de farlopa
y sin ganas las aspiraré,
que tengo que ir al banco a por la tarjeta,
pedirles las contraseñas para comprar por internet,
sufrir con la evaporación de mis ahorros,
darme cuenta de que no tengo trabajo,
sonreir y volver a casa.
Podría confesaros que el ultimo sabado
como empadronado en Valencia
solo me bebi 1'33 litros de cerveza,
dos Oklahomas y una cocacola.
Que estuve con Esther y un amigo
en un garito con importantes carencias arquitectónicas
y diseñadora hortera en la puerta.
Podría apuntaros, a modo de dardo envenenado con leche condensada,
que no era la unica hortera pero sí la unica millonaria.
Podría empezar a comentaros que las cosas siempre se dañan
por el simple paso del tiempo
y hay que tomar partido,
partido de verdad,
antes de que sea demasiado tarde
y nos arrepintamos de cosas que nunca hemos hecho.
Podría deciros a todos, lectores visibles, invisibles y Lucia Etxeberria
que os metais los premios por el culo
porque cuando yo consiga alguno
os buscaré a tal efecto.
Os diría que lo dejo todo atrás por amor,
por infinitos tipos de amor
que me hacen sentir vainilla,
y no quiero entrar en detalles,
en más detalles.
Todos sabemos que me gustan las perchas,
las tetas meadas,
la cocacola con mucho hielo,
los labios gorditos,
las drogas,
el dinero,
el tiempo muerto,
los pepinillos con sabor a anchoa
y follar como un perro abandonado
que ve de lejos las luces de la perrera.
Me gusta la guerra de mis mundos
pero no me gusta no hablar nunca.
No me gusta que la gente grite
no me gusta el olor del vinagre,
las cacerolas pegadas,
el ron,
el tabaco,
la marihuana,
el olor a pies,
los pelos en las piernas,
las risas de vieja puta,
los comentarios estupidos,
las bocas abiertas como moscas,
la falta de dinero
no me gustan las manchas
de carmín pero sí el carmín,
sobretodo ese nuevo que es vibrador.
Aqui solo hay putas y maricones.
Como veis todo seguirá igual
por los siglos de los siglos.
Yonkis aladas
que los demás os llaman Musas,
yo os digo Mantis.
Os maldigo Mantis.
Deseadme suerte.
Deseadme, putas!

Ciudad Abecedario sin revisar

-No me esperes levantada -dijo con su mejor cara de actor de cine- , no volveré hasta bien entrada la noche ? si vuelvo.
Mientras escuchaba el ruido de sus propias botas al andar hacia la puerta, X, su mujer desde hacía dos semanas se giró como si no hubiera nadie en la habitación y al mismo tiempo que recordaba que estaba a punto de acabarse el zumo de naranja, prosiguió con la pedicura.
Estaba anocheciendo cuando Z salió de la casa y bajó los tres escalones de granito después de echar el cerrojo. Encendió un cigarrillo, le dio dos caladas de 5 atmósferas y apretó el botón de la apertura electrónica de su coche.
Casi en la otra punta de la ciudad, K cubre toda la superficie del cuello de L con la mano izquierda mientras con la derecha le hunde la boca de su pistola plateada en el estómago. -Maldito cabrón, piensas que no me iba a dar cuenta nunca, ¿verdad? Piensas que puedes joder a mis espaldas y salir airoso. Piensas que toda la puta ciudad está llena de penosos como tú. ¡Maldita sea, piensas demasiado!
Suena un disparo. Z apura en su cigarrillo una última chupada y lo lanza por la ventanilla haciendo que chisporrotee al caer sobre el asfalto a más de cien kilómetros por hora. El coche de Z es negro y tiene marcas de barro alrededor y en las ruedas. Piensa en X. Desde que está casado con ella su vida parece ir cuesta abajo. Puede que sea una mujer bastante gilipollas, que lea demasiadas revistas de cosméticos y que se pase el día haciendo bizcochos con diferentes mermeladas baratas pero, es una mujer adorable y el hecho de que siempre espere a su marido levantada, con la mesa puesta, no es tan malo al fin y al cabo. Z es un poco quisquilloso en cuanto a libertades y licencias.
-Es demasiado tarde para pedir ayuda, muñeca. Me temo que voy a follarte el culo y no vas a poder impedírmelo con esos gritos que nadie oye -R ha violado a catorce menores en lo que va de año. Su víctima de hoy se llama T, hija de Y, cajera de supermercado. T es una chica escuálida y pequeña. Tiene trece años y muchas pecas.- Relájate si no quieres que te duela más ? -R es gordo. Es cuatro de marzo.
En esta ciudad nadie conoce a nadie pero todos saben que tienen un vecino pederasta y un compañero de trabajo gay. Es la lata de sardinas más degenerada y pervertida que la personificación nos deja imaginar. Todos son culpables hasta de ser inocentes.
Todos menos T, hija de Y, que no tiene nada que ver con la gente de la ciudad. Ella es libre. Es inocente. Es santa a pesar de que su madre sea cajera y tuviera que seguir una terapia de doce pasos para desengancharse del caballo cuando estaba preñada. Hasta hace media hora, ambas eran felices y estaban bien. Ahora: solo Y.
Se oyen gemidos en el cielo y el infierno. Z sigue conduciendo hasta que ve un hueco entre dos coches rojos y aparca, se enciende otro cigarrillo con sus dos caladas de fondo de mar y sale disparado hacia la oficina donde trabaja. Hoy ha venido a hacer horas extras gratis porque tiene que acabar unos informes urgentes. Entra por la puerta, saluda al guardia de seguridad -hola M, que tal la noche.- saca un café expresso de la máquina de ídem, sube en ascensor los tres pisos pertinentes y se sienta en su butaca de cuero negro. Enciende su ordenador, mira la foto de su mujer, al lado del teclado y vuelve a pensar en ella. Quizás el matrimonio no sea la salvación pero de momento no parece ir tan mal. Z es un cowboy de sobremesa. John Wayne en el papel protagónico como El Oficinista.
Se abre un portal dimensional en las afueras de la ciudad. Cerca del polígono industrial sur. Rayos de colores y humo con olor a azufre. Un solo obrero presencia la escena. Se queda ciego y sordo al instante. En menos de cinco segundos muere. Le ha estallado el corazón. Del agujero espacio-temporal sale un hombre de casi dos metros de altura, pelo sucio y chupa de cuero de los años setenta. Tiene bigote de morsa y huele especialmente mal a meados. Su nombre es D de Dios. Bosteza. Hacía tiempo que no tenía que solucionar un problema personalmente. Se rasca los huevos. Acabemos cuanto antes, se dice.
Acabemos cuanto antes, se escucha en todas las televisiones mundiales en un lapso de un segundo, entre interferencias. Todas las emisoras de radio durante ese mismo segundo dejan de emitir tonterias y propagan la buena nueva: Acabemos cuando antes.
W es radioaficionado y también ha escuchado la palabra divina. La voz le resulta familiar e inmediatamente piensa en su padre muerto que le está mandando un mensaje desde el más allá.
Todo esto pasa en un segundo, a partir del cual, la ciudad sobre la que nos centramos, sigue con su habitual ritmo frenético al mismo tiempo que apático. Parece que nadie quiere hacer lo que hacer, no le gusta, pero no puede dejar de hacerlo. Bueno, al fin y al cabo, no es muy diferente del mundo real.
K está corriendo por los callejones de la zona centro de la ciudad. Se ha guardado su pistola plateada en el pantalón y corre hacia su coche antes de que la policía acuda al lugar del crímen. Ha matado a un hombre importante dentro del triángulo de la mafia de la ciudad, no tardarán en acudir prensa, vagabundos, gatos, curiosos, policía, secuaces y ambulancia en ese orden. K tiene barba y ojos azules. Siempre lleva americana y zapatos sport. Le gusta verse como un insustituible hombre de negocios turbios al que no le gusta delegar responsabilidades. Piensa que cuantos menos ojos ven un gato negro, menos mala suerte habrá, y tiene razón.
Va tan ciego de adrenalina que no se da cuenta de su gran estatura y tropieza con sus propias piernas. El sombrero sale volando y justo al caer sobre el pavimento mojado de la acera derecha de una de las calles menos principales del centro de la ciudad, la pistola se dispara y una bala le atraviesa el pene, un huevo y se le clava en el abdomen.
Se escucha un disparo. R acaba de correrse en el culo de T. El semen se ha mezclado con la sangre. T se atraganta con los latidos de su corazón, directamente instalado en la garganta. Solloza, le duele hasta el alma. Recordará esta violación todos los días de su vida, que esperemos que sean muchos. R tras violarla le dice ?muñequita de mierda? y le da siete patadas en la boca y la nariz que hace que se le salten siete dientes y el tabique nasal se deforme como un interrogante. La sangre sale a borbotones entre los huecos de la encía. Se le mete en los ojos verdes. Llora y chilla antes de perder el conocimiento. R la sigue pateando varios minutos y luego le quema arranca los pezones con unos alicates oxidados. Abandona a T en esa caseta en medio de la nada en manos de la providencia. Esperemos que T salga de esta si Dios quiere.
Se escucha rechinar de dientes. Dios no quiere nada más que acabar lo que ha venido a hacer, aunque antes debería lavarse el pelo. Ha robado un coche del aparcamiento de una fábrica de muebles y se dirige hacia su objetivo. Aparca mal y pronto delante de la puerta, sube los tres escalones de granito que separan el césped de la vivienda y llama al timbre.
Se escuchan pasos tras la puerta, la mirilla se abre.
-¡Largo de aquí, mendigo de mierda! Mi marido está al llegar y como te vea ahí plantado te pateará el culo tan fuerte que desearás no haber nacido nunca.
-Abre la puerta X, soy yo.- la mujer de Z babea tras la mirilla, los ojos en blanco, el ojo del culo se le abre y se le cierra.
-Eres ? tú ? D ? de Dios.
-Yo soy, abre ya, me cago en ? ¡puta!
No hay nadie que entienda tanto a P como S. A S como P. Uña y carne: siamesas. Llevan 27 años unidas por la espalda. Comparten un tramo de columna vertebral y sus anos están tan cerca el uno del otro que al defecar una de ellas tiene que limpiar los dos. Han tenido varias relaciones sexuales con chicos, la mayoría de ellos pervertidos internautas amantes de las emociones fuertes. Mientras S tiene relaciones con B, uno de esos degenerados internautas, P, intenta leer una revista de cine con Tom Cruise en la portada.B le toca las tetas y le dice al oído a S que es una perra deforme. P se entera de todo y pide un poco de silencio, por favor, no puede leer con tanto ruido. B se pajea en la cara de S, luego le mete la picha en el coño. P pega un salto (dentro de todo lo poco que puede moverse) y grita ?¡hijo de puta, te has equivocado de coño!? a los tres segundos susurra ?no pares ??