HISTORIAS SIN FINAL VOLUMEN I

TITULO: "De cómo me desperté en una azotea indigna sin nada más que unos calzoncillos de Bugs Bunny"

Salté de la cama como una alarma nuclear a las nueve de la mañana, aturdido, en la azotea de un edificio de siete pisos.
Un edificio de ladrillo cara vista barnizado, balcones de forja antiguos y cubículos metálicos de aire acondicionado brillando al sol.
Estaba en la cima de un edificio que no era el mío, en una calle que no conocía pero, sobre mi propia cama. Con su sábana ocre de oblongas flores arrugada en la zona de los pies. La almohada partida por la mitad reposaba en el milimétrico centro de la zona de la cabeza. Lo primero que vi al despertar fue el cielo. Un cielo azul intenso sin más nubes que yo mismo. Estuve unos tres minutos pensando en las partículas de polvo que resbalan por la película ocular a modo de microorganísmos al microscópio antes de caer en la cuenta de mi terrible, o al menos divertida, situación. Me encontraba en calzoncillos, azules con un dibujo de Bug's Bunny perseguido por Elmer, en mitad de una azotea ajena, a las nueve de la mañana según mis cálculos solares, sin recordar como pude haber transportado la cama y conciliar el sueño.
Miré alrededor. Dos ennegrecidas chimeneas apagadas, dos pares de calcetines blancos tendidos en el único cable para tal tarea, una caseta con puerta de aluminio cerrada (probablemente para bajar del edificio), una esclusa de alcantarilla circular al fondo de una ligera pendiente y una caja negra de carton en la esquina enfrentada a la puerta.
¿Qué hacer? Opté por tomar prestado los calcetines para no pincharme con nada ni ensuciarme la planta de los pies. Recordé haberme duchado el día anterior. Sí, tomé la decisión de poner un calcetín encima de otro para mayor comodidad y sujección y pensé en pies de Hobbits. Qué bien me vendrían aquella mañana. Acto seguido, tras asomarme al exterior, pude comprobar que la calle estaba desierta, coches de todos los colores aparcados en zona azul, negocios abiertos, semáforos en función pero, nadie caminaba por la acera, nadie conducía aquella mañana. Pensé que era domingo y estaban todos en misa.
Me acerqué a la puerta de aluminio sin pintar ni barnizar y, aparte de asombrarme por la acción del óxido y pensar en lugares húmedos, en partículas de óxido deborando partículas de aluminio mojado y en rejas pintadas de naranja, agarré el pomo empujándolo ligeramente hacia adentro. No hubo respuesta ni movimiento alguno. Probé hacia afuera, hacia mí mismo y tras un breve chirrido de buenos días, la puerta se abrió expulsando una nube de polvo acumulado similar a la de un libro antiguo de tamaño sobrenatural.
Me aparté un poco, tosiendo, para no tragar demasiada suciedad, pensando en los escombros de las torres gemelas, la cantidad de polvo, papeles, boligrafos, facturas, pantallas de ordenador, maletines de ejecutivo, espejos de servicios de señora, botones de ascensores y escritorios que saldrian volando, desperdigando infinitas motas de polvo, muslos de pollo de los restaurantes de la zona superior y cristales rotos. Recordé una foto que poseía, de una señora negra cubierta completamente de polvo amarillo. Pensé en la maña del fotógrafo, impidiendo que el objetivo se le nublara de suciedad de aire.
Cuando todo el polvo se hubo disipado, creánme no era mucho, miré al interior y sonreí ante mi propio regocijo de saber que estaba viendo la escalera que me llevaría a la calle.
Atusé un poco los pelos del flequillo y descendí , escalón tras escalón, hasta el correlativo piso inferior.
Habían dos puertas por piso. Marrones, con mirilla de ojo de pez y una placa dorada con dos nombres grabados. Julio Mendizábal, María Pizca y Angel Meriondo, Magdalena Freire correspondían al piso en que me encontraba. Sobre cada puerta, el número (trece y catorce).
Supuse que sería un edificio antíguo por la carencia de ascensor y la edad de la madera de las puertas.
Justo en el momento en que pensaba en mis años de decapar sillas y cómodas, en matacarcomas tipo gel, en tinte de nogal y en la técnica del ultracongelado como remedio para la carcoma, caí en la cuenta de que se me brindaban dos o más oportunidades.
Podía bajar directamente a la búsqueda de mi casa o llamar a alguna casa del edificio en busca de explicaciones, algo de ropa para ocultar mis verguenzas y desayuno. La decisión no duró más de tres segundos. ¿Bajar directamente a la calle en calzoncillos y calcetines?
Llamé al timbre de Julio y María dos veces. Ting tong ting tong. Diez segundos. Veinte. Ting tong ting tong. Veinte segundos más pasaron sin respuesta. Acerqué el oído a la puerta. Silencio, carcomas de vacaciones.
Era raro que no hubiera nadie en casa a las nueve y cuarto de la mañana. Aunque tal vez trabajaran ambos o estuvieran en el pueblo, o quizás de funeral.
Bajé al sexto piso y otras dos placas doradas, y totémicas para mí, me saludaron desde el claroscuro. Antonio Brocatti, Merche Sampel y Carmelo Groyo, Alicia Trimoche. Números once y doce respectivamente. Qué timbre tocar ahora. Antonio seguro que estaba trabajando con su camión y Merche era nombre de dependienta, asi que, decidí llamar a Carmelo y Alicia que se veían más hogareños y solventes.
Ting tong ting tong. Otros veinte segundos sin respuesta. Acercamiento de oreja, silencio total.
¿Y ahora qué? Dos de dos. Se me antojó un poco extraño con lo cual, aceleré el ritmo. Llamé a unas cinco puertas más. Frendo, Diterao, Gutiérrez, Manibo, Ayllón, Montenegro...ya no recordaba todos los apellidos y nombres. Era imposible que no hubiera nadie en todo el edificio. Mi frente empezó a sudar mientras pensaba en café caliente, zumo de melocotón, tostadas con mantequilla y La Bella Easo.
Nunca me tocó ningún premio en rifas, tómbolas y bingos y aquel día no iba a ser la excepción. Tendría que salir a la calle en semejante situación. Ya imaginaba a la gente llorando de risa, sosteniéndose el estomago con ambas manos. ¿Dónde estaban los vecinos pesados y la ropa tendida aquella mañana? Estuve unos minutos maldiciendo a la Humanidad, matándo ciudades enteras dejando caer bombas químicas sobre ayuntamientos hasta que me dije, seamos realistas, eres Andrés, si a alguien tiene que pasarle este tipo de cosas es a tí. Ya sabemos todos que si Murphy levantara la cabeza allí estarías tú para arrancarla pensado que sería un enorme champiñón francés. Tenía razón, no había de qué preocuparse, al fín y al cabo, peor sería no tener ni calzoncillos. Debo reconocer que la idea me aterró y salí lanzado hacia el exterior mientras pensaba en camaras grabándolo todo, micrófonos detras del papel de la pared y cosas parecidas extraídas de la Tienda del Espía.
En la calle hacía una temperatura agradable, algo extraña puesto que no estaba acostumbrado a salir en calzoncillos. Algo similar al sentimiento que notas cuando te quitas la camiseta en mitad de una avenida. Yo, particularmente, me siento mal me dije.
Los pajaros píaban desde las alturas y varías hojas arrugadas de periódico pasaron junto a mis pies. Sonreí ante la idea de rellenar un poco el bulto del calzón y enseguida me ruboricé lo suficiente como para caminar en dirección al primer cruce de calles a la derecha del portal.
Joder no hay nadie. Hay tiendas abiertas pero no veo ningún tendero. No se si me siento bien o estoy empezando a acojonarme. Veía por delante una fruteria, un estanco, una tienda de móviles y una ferretería. Estaba todo despoblado.
Como sentía el estómago vacío tomé prestada una manzana golden, de esas harinosas de la frutería mientras empezaba a sentir la enorme gratitud de la gratuiticidad, si es que existe esa palabra. No podía creérmelo. Es como si todo fuese para mí. ¡Joder soy rico! pensé.
Era todo parte de una obra surrealista en un teatro enorme. Estaba casi desnudo, comiéndome una manzana gratis en una calle desconocida donde la gente había desaparecido como en aquel videoclip. Podía hacer cualquier cosa que quisiese. Estuve pensando en divertirme un rato estallando sandías contra los coches aparcados pero justo cuando tenía la primera sandía entre las manos pensé un momento, ¿y si hay más gente en la misma situación? A lo mejor están desquiciados y no saben divertirse y corro peligro, ya se sabe que la gente, cuando sale de la monotonía hace cosas terribles. Oh Dios, ¿y si toda la ciudad se encuentra en la misma situacíon? ¿Y si todos han despertados en azoteas ajenas, en calzoncillos, y cada uno lucha por apoderarse del mejor negocio, roban todo el dinero de los bancos, asesinan, violan y se implanta una nueva ley de la selva? Si tenemos en cuenta que todo ser humano, mucho más en civilizaciones represoras como ésta, tiene un secreto inconfesable, una doble cara siniestra, un lado oculto de la luna oscuro, ¿no correré un gran peligro andando por calles centricas?...Pero claro...si toda la ciudad se encontrase en mi situación, no habría azoteas suficientes para amanecer todos solos. Con lo cual me habría tocado despertar con al menos veinte vecinos y vecinas en ropa interior. Joder qué alivio, no toda la ciudad se encuentra en mi situación. Pero me cago en la leche, ¿dónde coño se encuentran? Esto es muy raro, pero vaya, hubiera sido un lujazo despertarse viendo a la vecina del sexto en braguitas. Terminé la manzana y lancé la sandía contra un coche blanco que tenía a unos cinco pasos. Ppprrrrfff hizo contra la luna delantera y explotó salpicándolo todo de pulpa roja desgajada caóticamente. Joder ya que la he cogido...

Ahora me encontraba con el estómago lleno y aturdido por las circunstancias. ¿Qué se supone que debía hacer? Pensé que lo mejor seria coger algún objeto para la defensa personal en la ferretería por si acaso. Nunca se sabe lo que te espera tras cada esquina.
Abrí la puerta y sonó el típico ruido de alguien entra mientras observaba la cantidad de objetos que se vendían en una ferretería y lo difícil que sería escoger uno cuando todos se te presentan gratis. ¿Un serrucho?¿Un destornillador?¿Una tuberia como en Silent Hill? Una pala? Todo demasiado sanguinolento. Si tropiezo con alguien pacífico y asustado se dará un susto de muerte y me quedaré sin conversación. Dios mío cómo echo de menos al locutor de radio cantando por encima de la música para joderte la grabación. Busqué un aparato de radio por la estancia. Di la vuelta al mostrador hasta que lo encontré. No logré sintonizar ninguna emisora. Ah, no ¿ y si el ejercito a bombardeado las centrales de comunicación dentro de una campaña de guerra emcubierta? Estuve unos segundos paralizado ante la idea de una conspiración, pero acabé dándome cuenta de que no tenía mucho sentido. Encontré una cinta cassette de Enya, Joder Murphy te odio, y le di a play para no sentirme solo.
Estuve cotilleando facturas, notas sobre clientes impresas en un cuaderno viejo del tipo Angel G. es un puto moroso, no fiar. María Luísa Retal encargo alarma antiincendios. La verdad es que era bastante divertido saber todas esas cosas aunque supongo que la verdadera gracia hubiera sido conocer a esa gente y poder señalarla con el dedo. Cogí algo de dinero de la caja registradora y los rompí en pedacitos minúsculos. Oh, necesitaba hacer esto, joder. Puto dinero ahora todo es gratis. Miré el reloj. 10:30. Busqué por la trastienda algo de ropa, algún mono de trabajo, algo con lo que taparme un poco y no mostrar mi aspecto más salvaje y rocambolesco, pero lo único que encontré fue una toalla para lavarse las manos y una pastilla de jabon erosionada. Me niego rotundamente a fabricarme un taparrabos con una toalla. No sería nada bonito, no. Y nada más lejos de mi intención de aparentar normalidad. Si finalmente optara por el taparrabos perdería la cabeza, viajaría a civilizaciones antíguas y mi ética, mi moral, mi educación hacia los demás, se tornarían en zafiedad, salvajismo como ya dije, babas, maldad animal y falso instinto. Ahora no es el momento de pensar en vecinas dormidas en ropa interior, perladas de sudor....me niego. Al final no me armé, pensé que si todo volviese a la normalidad de repente, la gente me trataria de subnormal, de aficionado, de flipado, de freak jugador de Advanced Dungeons & Dragons. Sólo me faltaría entonces un yelmo plateado y unas botas de piel de plátano. Salí al exterior observando que todo continuaba como al principio de la mañana. Bueno Andrés, tienda de móviles o estanco.

El estanco estaba casi empapelado con infinidad de posters de marcas de tabaco y puros extralargos. Olía a tabaco empacado, a chicles de mentol y a sobres acolchados. La habitación estaba en penumbra y algo me decía por dentro que aquel no era mi lugar. Todo lleno de tabacos y mecheros recariggiabili . De todas formas me detuve unos minutos a pensar si necesitaba algo que allí podría encontrar. Unos chicles si acaso.

Mientas me dirigía a la tienda de móviles y recarga de los mismos pensé que mejor sería seguir calle alante en busca de algo más interesante. No creo que deba perder el tiempo dentro de una tienda de telefonos un dia tan especial como hoy. No tenía sentido encerrarse en un comercio que ni siquiera necesitas, aunque, ¿y si pudiese llamar a casa o a algún amigo o a información? No pensé que eso fuera necesario al fin y al cabo estaba todo abandonado, el único que me podría hacer daño sería yo mismo. Asi que continué calle abajo, pasando por delante de restaurantes de comida rápida, multicines, supermercados, edificios de viviendas herrumbrosas y papeleras vacías. Era una calle amplia, con dos carriles para coches (uno para cada dirección). Cada diez metros encontrabas un árbol delgado y desaliñado junto a una papelera y la correspondiente farola. Seguía sin aparecer nube alguna en el cielo azul intenso. El sol cada vez se alzaba más, buscando su cómoda posición de mediodía. Los mirlos cantaban a todo volumen, debido al silencio sepulcral que se levantó tras la inexistente marea del tráfico de coches y gente. Parecía que el sordo era yo mismo, no la ciudad. Una ventaja para la relajación matutina y para cavilar indiscriminadamente pero, tambien un inconveniente. Escuchabas la voz de tu conciencia demasiado alta y real y si por un casual caías en la enorme olla express de las cosas malas, no tendrías casi escapatoria de ti mismo. Como dije, me encontraba perdido en una calle de una ciudad normal pero tras un holocausto nuclear o una purga de algún dios mezquino. ¿Cómo salir?
HORARIO DE INFIERNO

¿Cómo podéis decirme que sonria de veras
si siguen presente los errores
y horrores de dos mil años
de historia moderna?
¿Cómo me pedís un poco de acción
si estoy clavado en maderas,
todos han salido de sus cáscaras
y yo sigo aquí
sin el gusto de hablar solo?
¿Cómo queréis que haga cosas
si nadie me enseña?
¿Cómo podeis decirme tantas
y tontas subnormalidades
si ni siquiera hacéis el esfuerzo
de conocerme más allá del Andresín?
¿Cómo cojones os atrevéis a cuestionar
mi indescriptible lucha interna
que sólo yo vivo las 24 horas del día?
¿Cómo es posible que detrás de estos 21 años,
detrás de todos estos consejos,
añado
de mierda,
detrás de todas estas peleas,
añado
dos sí pelean si uno no quiere,
detrás de todas estas miserias,
estas carantoñas,
estos egos lógicos convertidos en dioses,
estos almanaques llenos de números rojos,
estas lascivas miradas,
estos llantos que tanto erosionan,
estos sentimientos tremebundamente mortales,
no hayamos podido
ni querido
pensar más allá
de nosotros mismos?
¿Cómo?
Egoísmo:
Mi apellido.
Mi atalaya.
Mis Dorremís Fasoles de toda la vida.
Mi mierda.
Mi todo que es tu nada,
Tu poco que es mi todo.
Solo quiero que sepáis
que continúo siendo el mismo
que lanzaba globos al espacio
el mismo que sufre al vomitar
el mismo que piensa en la peor de las opciones
el mismo que os odia
desde su caverna de paranoias
desde su irresistible mundo oblicuo
desde el pasar de su apocalíptico
autoenfrentamiento diario.
El que odia porque
quiere pero no puede,
resumiendo:
el mejor actor del mundo.
Aprovechen todos el tiempo,
que prefiero quedarme aqui.
Detalles de una vaginoplastia:

-Un neoclítoris con terminaciones nerviosas puede ser modelado con el glande del pene si es solicitado. Sin embargo si esta opción no es inicialmente realizada no podrá serlo más adelante.
-Una neovagina es creada haciendo un espacio entre el recto y la próstata y forrándolo con piel del pene y del escroto.
-Mientras se crea el espacio entre la próstata y el recto pueden dañarse o la uretra o el recto. Esto puede causar dificultad en el control de la vejiga o del intestino o conducir a una comunicación (fístula) entre el recto y la neovagina permitiendo el escape del contenido de los intestinos a través de la neovagina. Si la lesión es reconocida durante la operación deberá realizarse una colostomia temporal (llevando parte del intestino hacia la superficie de la barriga). Si la complicación ocurre más adelante será necesaria una cirugia adicional.

Gracias por informar.

Comunicacion: 0
Dobles fondos: 1
Apatia: 1
Agnosticismo: 0
Crueldad: 1
Soledad: 0
Pasado: 1
Cambios: 1
Olvido:1
Todos somos binarios.
HOMENAJE ESCUETO

nadie me ha hecho un homenaje?
yo te haré uno Buk
* mishie changes topic to ' nadie me ha hecho un homenaje?'
ahi tienes tu homenaje
bien
bien chico
puta mish

PLASPLASPLASPLASPLASPLASPLAS

EVA

Ahi teneis una historia con principio, final e influencias claramente marcadas. Salud.




EVA


Aquí estoy sentada, metro setenta de carne blanca sentada en una silla de hierro. Estoy sentada porque no estoy de pie. Simplemente. Estoy sentada porque es domingo por la tarde y estoy mareada. Y cubierta completamente de mi propia sangre.
Mi vestido de gasa verde agua solo es un pergamino acartonado por la sangre seca. No le recomiendo a nadie la sensacion de notar tus axilas pegajosas por la sangre. Y los muslos. Y los pliegues del cuello. No le recomiendo a nadie morir de esta manera tan absurda. Tan terrorífica.
Estoy esperando empezar a ver toda mi vida tras los párpados. Como si fuera una última señal antes de morirme definitivamente. Repentinamente. Solitariamente. Falsamente.
Justo anoche me puse mi mejor esmalte de uñas. Cereza. Justo anoche me depilé todo el vello del cuerpo. Anoche recorté las uñas de mis piececitos de princesa. Anoche retoqué mi peinado habitual, mis mechas largas. Mis mechones cortos. Es curioso que anoche me aplicara un tinte último modelo negro puro y ahora estoy aquí sentada, totalmente roja como si fuera un trozo de tomate podrido, esperando, totalmente desquiciada, a la muerte. Jamás pensé que sería así.

* * *


Tenía quince años y ya era todo una belleza. Mis tetas eran objeto de infinitas marturbaciones en clase. Y lo sabía. Y me gustaba. Tenía quince años cuando mi padre entraba en la habitación mientras dormía, o al menos eso pensaba él, y se sentaba en la cama junto a mis pies. Entre los párpados medio cerrados, lo veia mirar fijamente mis pies, con las manos temblorosas. Luego, a los diez minutos y tras armarse de valor, miraba fijamente mis tetas tras el camisón, sueltas sin sujetador. A partir de esa temporada, nunca mas volví a dormir bocaarriba. Cerraba los ojos, dejandome llevar y notaba como unos dedos tibios y expertos subian el camisón, ya subido por encima de la cintura debido a mis movimientos entre sueños, por encima de mis tetas a la altura del cuello. Sentía como esos mismos dedos calientes retorcian mis pezones, masajaban mis tetas y mis bragas húmedas. A los cínco minutos de tocamientos, todo cesaba según mi sentido del tacto, para dar paso al oído. Podía notar vibraciones en el ambiente. Oía movimientos rapidos y lubricados. Chas chas chas chas chas chas. Suspiros. Entonces era cuando me permitia abrir un pequeño párpado y ver a mi padre, masturbandose a escasos veinte centimetros de mi boca. A veces incluso frotaba ligeramente su glande contra mis labios entreabiertos. No tardaba mucho en llegar el momento de apartarse y correrse sobre un trapo de cocina, para no dejar muestras. Tenía quince años cuando me despertaba, recordando lo ocurrido y buscaba pequeñas perlas de semen extraviadas por el parqué del suelo. Normalmente no encontraba mas de una por sesión. La frotaba contra la yema de mi dedo indice derecho. Esa sustancia fría y viscosa. Mis hermanitos estaban ahí dentro, moribundos. A pesar de ser hija única, sentía como compartía la habitacion todas las noches con mi hermano prematuro.

* * *

Tenía diecinueve años y un novio estable. Estaba enamorada y entregada totalmente a él. Era dos años mayor que yo y estudiaba Ingeniería Química. De ahí su aficción por las drogas de diseño. Fue una época deshinibida, feliz y drogada. Vivíamos juntos en un apartamento de no mas de cincuenta metros cuadrados llenos de baldosas blancas y negras, cortinas psicodélicas y muebles de diseño regalados por nuestros padres. Pasaba la mayor parte del tiempo en mis clases de interpretación. Cuando no era una mujer violada por un octogenario era tripulante de un crucero de lujo lleno de misterio y asesinos. Cuando no lloraba con colirio, lloraba porque me habia sentado mal la última raya de speed. Cuando no fingía un orgasmo, el orgasmo fingía por mí. Fue una temporada feliz, llena de vodkas con speed, licor de manzana con cocaína y preservativos con sabor a fresa ácida. Eramos una pareja moderna modélica. Con nuestras zapatillas iguales, nuestros bolsos de imitación piel, nuestras pulseras de pinchos de colores, nuestras greñas atusadas y quirúrgicamente peinadas y nuetro dinero regalado por padres pagadores de facturas. Televidentes anodinos.
Todo nos iba estupendamente bien hasta la sobredosis y el accidente de trafico en el que perdí la movilidad de los dedos del pie derecho, el bolso y la aficción a las drogas duras. Él perdió la cartera, el coche regalado Nissan, el zapato izquierdo de legítima piel, la mano que tenia sobre la ventanilla semiabierta, un pulmón, la parte derecha del rostro, los dientes por completo, un ojo, una rótula, las clavículas, la mandíbula, el treinta por ciento de la masa encefálica y la vida. Por lo que yo tambien perdí un novio.


* * *


Tenía veinte años cuando trabajaba de modelo de dientes en un famosísimo anuncio de Colgate en el que solo tenía que repetir mil veces: Puede que sea perfecta pero no voy a ninguna parte sin mi colgate. Tenía veinte años cuando llamaron por telefono a las dos de la madrugada y supe que algo malo había pasado. Una amiga violada. Una madre con trombosis cerebral. Un fantasma del mas allá. Algo malo, seguro.
-¿es usted Eva?
-sí
-su padre ha muerto. Lo siento.
Clik.
Unos cuantos mechones rubios inundaron mi cara. Mi padre habia muerto de repente. El que me tocaba las tetas. El que me regalaba su dinero intentando comprar mi silencio.
Tenía veinte años cuando me dijeron que mi padre se había suicidado. Descargó un cartucho de su escopeta de caza en su boca, desintegrando su cabeza por completo. Esparciendo un infernal gotelé sanguinolento sobre la pared norte de mi antígua habitación.
Tenía veinte años cuando descubrí que mi padre se suicidó por mí. Mas concretamente, porque era su hija. Era su hija pequeña y blanquita y nunca podría ser su amante. Es triste enterarse de todo esto en un momento en el que amaba tanto mi vida y mi cuerpo, que no pude mas que alegrarme de su muerte, pensando que me escapaba para siempre de una futura violación. Mi padre era un obseso sexual. Quería desgarrarme. Lo comprendí cuando tenía veinte años, mi padre se pegó un tiro con mi camisón puesto y un consolador metido en el peludo culo.


* * *


Tenía veintidos años cuando me enganché al Trankimazín y al Válium. Cada cuatro horas tenía la imperiosa necesidad de tomarme dos o tres pastillas de éstas, a poder ser, con un enorme trago de Cola-Cola. Sensación de Vivir. Mi vida era ahora la vida de cualquier modelo de dientes. Solo me diferenciaba de resto de las modelos en un ligero matiz: yo no era anoréxica. Fumaba dos paquetes de Marlboro al día. Media botella de licor de manzana cada noche, tumbada en el sofá, totalmente ida por el Trankimazín, viendo Discovery Channel. Monos con el culo escocido, jirafas que se rompen el cuello al bajar a beber. Dalí con la cara llena de hormigas muertas, Nueva York nunca volvió a ser la misma desde el 11-S, Nestlé registró la palabra Felicidad en Francia. Camuflaje natural. Osos panda. Todo lleno de osos panda.
Tenía veintidos años cuando aborté. Feto abortado producto de una noche loca con un productor de cine. Seguro que el feto tenía su cara, a pesar de no medir mas de cinco centímetros. Tenía veintidos años cuando mi vida se derrumbaba lentamente y hacia el olvido. Cuando jugaba a follar sin condón. Por delante y por detras. Insensibilizada por el Prozac, el Trankimazín, el Válium, el Percodán, y el Optalidón. Cuando protagonizaba anuncios de Colgate, con la mirada vacía. Cuando asistía a pre-estrenos de mano de un famoso productor de cine. El mismo que me estimulaba el ano con el mango de una cuchara de madera.


* * *


Tenía veintitres años y tres meses cuando el segudo accidente de coche, marcó el final del segundo tiempo del partido de mi vida. Mi cabeza llena de nuevo de cocaína y speed, fue a parar contra un cristal retrovisor demasiado blando justo cuando colisioné a ciento ochenta contra el coche de delante. Perdí parte del pómulo derecho y tenía una cicatriz diagonal encima del ojo derecho también. Mi boca llena de saliva fue a parar contra el volante, saltando dientes, justo cuando el coche de atrás colisionó contra el mío. Un Porsche Boxter magnífico, regalo de mi novio el multimillonario productor. El mismo multimillonario que me dio la patada en el culo cuando echó en falta tres dientes y un pómulo. El mismo tipo de patada en el culo que me dio Colgate. El mismo dentífrico que ya no tenia sentido seguir usando sin dientes.


* * *


Tengo veintitres años y cinco meses y se me ha acabado el dinero ahorrado. No puedo comprar drogas, porque tengo una terrible enfermedad venerea y nadie se quiere acostar con un coño enrojecido, con bultos y pus. Ni siquiera el ano se libra de la invasión extraterrestre. Mi amigo Mac ha acampado en mi pubis, perfectamente rasurado pero sin vida social ni laboral. No tengo dinero ni siquiera para Válium. Ni siquiera para un bote de alcohol del 96 para emborracharme vilmente y sacar las fuerzas necesarias para ir al ginecólogo. A soportar la bronca de un bigotudo doctor, atisbador de coños viejos. No tengo fuerzas para soportar al pegajoso Doctor Anal Intruder. No tengo dinero para llorar y sentir lástima. No me doy pena. Una persona con pus en la entrepierna y con el síndrome de abstinencia nunca debe dar pena. Ni siquiera pensando en el posible hecho de que se corte las venas con un cuchillo de untar. No merece la pena. Era una Marilyn Monroe venida a menos. Un triste versión de una triste versión de una triste versión de YO misma intentando ser Marilyn Monroe.


* * *


Hace tres horas quemé toda mi ropa y la lancé por el balcón. Rompí todos los platos de porcelana buena contra los cuadros de las paredes. El Grito de Munch fue derribado por una Ensaladera de Combate. Aquel chico con el pene rojo de Schiele quedó hecho añicos a causa de un bombardeo de vasos Duralex sin compasión. El exprimidor de diseño, que más bien deberia llamarse Transbordador Espacial de naranjas, ha ido a parar contra la televisión de muchísimas pulgadas y muchísimo plasma. Hace dos horas he abierto el grifo de la bañera negra con patas de hierro forjado, regalo de mi queridísimo novio el Multimillonario Productor. No siento el dolor a pesar de que ando buscándolo por todos los rincones de la casa. Lo he buscado en el salón, golpeando el único pómulo que me queda con el mando a distancia. Lo he buscado en la cocina, haciendome cortes en los brazos con los cuchillos de sierra. Arañándome las perfectas tetas blanquitas (más pezón oscuro) con el rallador. Introduciendome, añorando los viejos tiempos, la cuchara de madera por el culo. Y de paso he saludado a E.T y a Kim Basinger en Mi Novia en una Extraterrestre, que ahora viven en esa zona residencial. He buscado el dolor en el cuarto de baño, pasandome el micrófono de la ducha con agua hirviendo sobre los bultos de mi debilitada vagina. Lacerando trozos de muslo con cuchillas de afeitar. Cortandome un pezón con las tijeras. Lo he buscado por todas partes y no lo encuentro. No siento el dolor, solo la sangre correosa, pegajosa sobre mis axilas y mis muslos. Mis tetas ahora parecen dos cabezas reducidas por jíbaros con caretas de spider-man.


* * *


Hace dos horas de todo eso y sigo sin encontrar el dolor. Solo en mi cerebro, que se va quedando sin sangre. Aqui sentada en esta silla. Lo único que queda de pie en esta casa. Una casa sin drogas. Miro mis brazos y solo veo venas muriendo, cartílagos, falanges. Miro mis muslos y solo veo suciedad. No he sabido aprovechar el poder de mis musculos constrictores. Soy una boa abotargada. Terriblemente bien depilada y abotargada en mi propio trono de miseria drogadíctica. He estado dos horas aquí sentada esperando ver pasar por delante de mis cansados párpados toda mi vida pero, me temo que he malgastado tanto tanto tanto tanto tanto tanto mi vida que no tengo nada que ver. Y aqui me tienes, convertida en un enorme charco de sangre por tu culpa papá. Nunca te perdonaré el suicidio y no haber compartido todo ese semen con mi boca. Yo también te amaba lo suficiente como para tragarmelo todo. Solo tenías que seguir un poco más, hasta despertarme. Un poco más hasta la superación de la verguenza. Es por tu culpa que yo haya hecho esos estúpidos anuncios mostrándote tras la television mi boca abierta y reluciente, esperando tus descargas seminales. Es por tu culpa que me esté muriendo. Por haberme hecho nacer del mismo líquido que necesitaba tragar. Es todo por tu culpa. Si estoy aquí es para olvidarte para siempre. Para no pensar más en tí. Para no pensar más en mí. Para no más Válium. Para no más Trankimazín. Para no más cocaína. Para no más anuncios. Para no más Multimillonario Productor. Para no más perlas sobre el parqué. Para no más Doctor Anal Intruder. Para no más Nissan en forma de acordeón. Para no más Yo. Estoy cansada de ser solo yo. Estoy arrepentida de no poder seguir pensando, porque no me queda casi sangre en el cuerpo. Porque me estoy muriendo. Estoy arrepentida de no poder seguir odiándote y bailando sobre tu tumba. Estoy arrepentida...

Tenía veintitres años, cinco meses y cuatro horas cuando al fín marqué mi único gran gol y se acabó la prórroga del partido de mi vida.

F I N