Casi me desertizo







     
Casi me desertizo






                                            para B.





Quiero ser testigo de las hojas del calendario que,
como pieles de manzana,
van viéndote crecer.

Ahora que he palpado el medio tiempo de mi vida,
(ansioso de notoriedad como yo mismo estaba)
no me cabe ninguna posibilidad,
y  enfermo al pensar siquiera
que pudiera haberlas.
Como el brote salvaje que eres,
quiero verte crecer.

Mi vida siempre fue una papeleta de restaurante chino
y tan solo con el hastío de mi creciente falta de interés
he ido restando chispa, yesca y pedernal.
He tenido que esperar
a la sorpresa aterradora de la pesadilla,
al agarre del mal karma camuflado de timidez.

Cómo he podido no pensar
en ver el día en que estés preparada para el otro pendiente
si no ahora que casi pierdo el juego.
En ver contigo la misma película una vez más.
En transformar mis manos en columpios.
En pintarte un caracol más y es que siempre acabo con caracoles.
En leerte otro cuento.
Otra grulla de papel.
Ahora que por un soplo del destino
casi me desertizo. 

Ahora sé que siempre querré
Aunque a la luz del neón de siempre
Parezca que no quiera.
Pido perdón y saludo.
Saludo de nuevo.

La parte central de nuestra entrevista


 


Languidecer es diferente cuando lo haces ante de la incertidumbre.

No tiene nada que ver con la sensación de escapada de las películas de terror.

Ni con  el grito estroboscópico y saturado

del  dolor ante la asimilación del Big Bang .

 

Se parece a la sensación de ser extremadamente tímido

y poseer diferentes grados de compulsividad

y escuchar tu nombre por megafonía en la cola del dentista.

Eso,

exactamente eso

es correr delante de la muerte.