METAMICRORRELATO CUÁNTICO CON MORALEJA

Un camión va cargado de agujeros por la carretera de la montaña más empinada que podamos imaginar. Porque esto es una historia ficticia, un experimento virtual que nunca se llevará a cabo. Es una metaficción dentro de otra metaficción que busca moraleja y lo único que encuentra es un chiste, del mismo modo que encuentra un chiste la persona que busca la ley universal insustituible.
Como lectores podemos pensar que el camionero va a trazar una curva perentoria, haciendo que los agujeros se agrupen en un único gran hoyo del que no seamos físicamente participantes. Podemos pensar que el camión cargado de agujeros está quebrando las ideas de Schrodinger. Podemos, incluso decir que lo que a continuación va a ocurrir es que el camión ejerza una atracción irrefrenable sobre cada uno de los agujeros que lleva en su interior, lo que quiere decir, que cada uno de los agujeros que el camión cargado de agujeros lleva en su interior se vería matemáticamente negado de toda capacidad de movimiento con o sin referencias de nuestros puntos de observación y por lo tanto, la historia se tornaría un bucle infinito donde no cabría esperar suceso alguno.
Pero no. La puerta trasera del camión cargado de agujeros se abre debido a un fallo humano del que no tomaremos consciencia para no deshilvanar el tejido interno del microrrelato, dejando caer a la calzada un único agujero del que no podemos saber ninguna característica física debido a nuestras limitaciones como lector.

El camionero da marcha atrás para recogerlo y (esto es lo que pasa y no otra cosa) se cae dentro.
La existencia es un hecho casual, como casualidad es la palabra que utilizaremos para denominar el hallazgo de la moraleja interna de este microrrelato cuántico.

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