The Gaggers


Los latidos del corazón se le apoyan en el único muro que queda en pie y se quita los pantalones blancos y se manosea el pubis por encima de las bragas. Es un pubis algodonoso, como un anuncio de queso para untar. Huele a canela y a limón, pero no a arroz con leche. Huele sus dedos. Mira indistintamente a la ducha, el grifo del agua caliente y las toallas con la H mayúscula rodeada de líneas curvas. El símbolo del hotel de su amiga. Estudiaron juntas en Nueva York. Piensa que seguramente sus coños sean muy parecidos. Pequeños, regordetes y suaves. Profundamente horadados. Dadores del pulso del Universo.


Se recoge el pelo en una cola de caballo, dejando el flequillo (su famosísimo flequillo) a la altura de sus ojos tristes a lo Barbra Streisand. Al principio era una mierda que la compararan con Barbra pero ahora le da morbo. Qué cosa no le da morbo hoy en día, piensa. Su cola de caballo se parece a un enorme dedo medio invertido. “Nunca me atraparéis”.

Y una vez que tiene el móvil dentro del coño, abre la botella de champán francés y se la bebe de cuatro grandes tragos. No sabe muy bien por qué pero se le saltan las lágrimas y se le pone la piel de gallina. Carbono14©. Nada de premios de la academia. Está de celebración privada. Cree haber inventado una gran nueva melodía. Como una fragancia nunca antes mezclada. Corre hacia el piano blanco mientras el móvil suena ahogado entre sus paredes vaginales. Zeep zeep . Hoy es un gran día. Hoy comienzan muchas cosas y terminan otras tantas. Se pregunta cuántos niños estarán muriendo ahora mientra ella piensa en las teclas negras del piano. Qué estará pasando en los campos de cultivo. En los pozos de petróleo. En las minas de coltán... Probablemente le excitaría saber que quien está llamando es su madre.

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