• El Buen Gourmet , Vol.3
  • -Admirado Señor, ha llegado la hora del desayuno, espero que haya descansado tanto como le
    dije ayer. Si no ha sido así, me temo que tendré que utilizar el doloroso plan b. ¿Qué tal lleva
    las costuras del pene? Déjeme ver...Ajam, cicatriza correctamente. Como podrá comprobar, he
    pensado en todos los detalles, incluso en su miserable pene cosido, jajaja. Permítame la broma.
    Supongo que tendrá la vejiga a flor de piel. No hay nada como una buena meada matutina, ¿verdad?
    No se preocupe, ahora mismo le fabrico una nueva vía de escape. ¿Ve este taladro con su fina
    broca de acero? Normalmente estas brocas se utilizan para abrir agujeros del tamaño de un
    tornillo, para así poder manipular mejor la madera o aglomerado. Para que quede a escuadra, usted
    me entiende. Bueno, pues con dicho taladro voy a perforarle el pene hinchado ese que tiene,
    para que pueda usted orinar cuando quiera. Luego procederé a la cauterización de la nueva vía
    urinaria, con aquel minisoplete que puede ver usted sobre aquella mesa del fondo. Le sugiero
    que apriete todos los músculos de su cuerpo. Esto le va a doler un poco.

    Bueno, Señor Welsh, ¿cómo se encuentra? Ha sido usted increiblemente recio. Ahora puede mear
    a su gusto, aunque permítame que le diga que las primeras veces le escocerá un poquito.
    Muy bien, es ahora cuando he de preparar nuestro desayuno. Este bisturí es mi herramienta de
    trabajo predilecta. Con él le extraeré ambos testículos para cortarlos trasversalmente y
    sazonarlos tal como le dije anoche. ¿Sabe? Me encanta la mezcla del pimiento y la pimienta negra.
    Le da a los alimentos ese toque exótico pero al mismo tiempo rústico que tanto me gusta.
    Procedamos.
    Es normal que le duela un poco, estoy diseccionando ciertos nervios punzantes. No se angustie
    por la cantidad de sangre, tras la cauterización y costura de la herida, quedará usted como nuevo.
    Como un nuevo eunuco. Déjeme hacer...

    Bien Señor Welsh, ya me ve usted la cara enrojecida por su sangre. No hace falta que le diga que
    ha sido una operación bastante complicada. Dicho de una manera muy vulgar, tiene usted unos
    cojones de hierro. Jajaja. Perdón por la grosería. No se mueva de aquí mientras preparo la
    bechamel. Es usted el mejor compañero que he tenido en la vida, le felicito encarecidamente.

    Bien, bien, bien. Ya estoy de vuelta. Me he tomado la libertad de tardar un poco más y así
    cambiarme de ropa, porque me ha dejado usted perdido el traje, aquel traje de 1400 dólares.
    No se preocupe, en realidad no era muy de mi agrado, al no estar hecho a medida, por mucha
    calidad que tenga, no se me aclopaba perfectamente a la espalda, ya sabe. Esa estúpida
    protuberancia que le sale a uno por detras del cogote cuando se sienta en una silla demasiado
    baja. ¿Verdad que es lo peor que le puede pasar a un hombre de negocios? Yo siempre se lo
    estoy diciendo a mis compañeros de trabajo, pero nada. Al día siguiente vuelven a aparecer con
    esos trajes de 500 pavos, que más que trajes parecen latas de anchoas en aceite. Y ya ni
    hablemos de la combinación de corbatas que usan...
    Vayamos al grano Señor Welsh. He aquí sus deliciosos testículos al atún y nuez moscada,
    recubiertos de una finísima y suave película de bechamel. ¿Tiene usted hambre? Según me dicta
    mi dilatada experiencia, ahora usted vomita o intenta escapar. Permítame volver a repetirle
    que sería muy poco inteligente por su parte no probar sus testículos. Yo voy a por ellos,
    dese prisa si quiere catarlos, me he levantado con un hambre atroz.


    * * *

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