Adán Schulz, el flojo

En situaciones de sorpresa, para bien o para mal, y ante la idea de la muerte, mi reacción primera siempre es de manual. Mas bien de novela negra o diario beatnik. Intento reforzar mi coraza exterior mediante cigarrillos, whisky y grandes dosis de desesperanza general, también llamada metafísica urbana barata. Mi boca se muestra fruncida permanentemente y mi supuesta pasividad no es debida a otra cosa que no sea el miedo. Miedo a estar muerto y miedo a estar vivo. Y es curioso, porque no temo a la muerte, ni siquiera a mi posible muerte trágica y/o rocambolesca. A lo que le temo es a la muerte violenta de las personas de mi entorno. A la muerte prematura de la gente que es querida y deja a otras personas sumidas en un mar de lágrimas. Y es por eso por lo que pienso que nunca podría suicidarme. Aunque pueda pensar que la muerte es la liberación, que la muerte es la válvula de escape ideal para alguien como yo, que no aprecia la espiral incandescente infinita de ciertas cosas y no encuentra verdaderas razones para descojonarse de risa andando solo por la calle, por poner un ejemplo. Por todo esto, la noticia de la muerte de Andrea me afectó. Y también me traumatizó en cierta manera, al pensar que nunca más volvería a verla. Que nunca más volveríamos a follar. Puro egoísmo y egocentrismo. Lo confieso, en realidad la vida de Andrea me importa mucho menos que la suspensión hidráulica de mi coche. Pero me jode que se muera porque nunca más se quitaría las bragas en mi coche y se las arrojaría a un vagabundo. Jamás volvería a beber coca cola directamente de la botella poniendo los labios de tal manera que...
Mi mejor disfraz es La Contradicción.
Odio a Edgar Allan Poe,
Nevermore.

Tras tomarme dos Analgilasa, un Myolastán y una cerveza, acudí a la comisaría con mi camisa arrugada de la noche anterior, tan obnubilado que parecía uno de esos caballos con calesa que solo pueden mirar al frente sin distracción alguna. Así que, fui derecho al primer hombre con uniforme que se cruzó en mi visión recta de francotirador. Dicho hombrecillo menudo, gordo y barbilampiño, me condujo hasta el despacho del comisario, un despacho muy pequeño, marrón, con olor a café sólo sobre vaso de plástico.

Me encontré con que el comisario Andrés Ortiz no era como yo pensaba. El comisario es un hombre muy alto, pulcramente afeitado y perfumado, trajeado y con corbata. Con un pelo al más puro estilo Matías Prats hijo. Tiene una de esas caras serias y cuadradas de las teleseries americanas. De esas que parecen tener la frente de plástico como Christian Bale. Y fuma. Fuma mucho según los datos obtenidos de su fiel amigo el cenicero. Yo también fumo mucho desde hoy mismo. Doce cigarrillos para ser exactos.
-Hola, soy Adán Schulz. ? me acerco a la mesa y me siento sin preguntar en una silla de madera con más años que su puta madre.
-Hola. ?nos apretamos las manos?. Andrés Ortiz. Ante todo quisiera decirle que siento mucho lo que ha ocurrido. Sé que no es un momento sencillo para usted pero lo siento, por ofensivo que pueda parecer, es usted el principal sospechoso ahora mismo. ?creo que se da cuenta de la humedad que adquieren mis ojos y de la palidez de mi rostro. Levanta las palmas de las manos en gesto psicológico?. Pero no tiene de que preocuparse. Personalmente confío en usted. He leído sus libros y me cae bien. Le veo incapaz de cometer una barbaridad como la que ha tenido lugar en el apartamento de la Señorita... ??¿He leído sus libros?? ¡Pero qué puta mierda es esta! Se queda pensando una milésima de segundo-... Andrea.
-Joder. No sé qué decir. Solo sé que si en algún momento de mi vida pierdo la cabeza y arremeto contra el mundo, tenga usted por seguro de que Andrea sería, sino la última, la penúltima persona sobre la que fijaría mi objetivo. ?Mi mirada no consigue despegarse del suelo del despacho de la comisaría, que muy a pesar de lo que pueda decir Ray Lóriga, no es de linóleo. ?Ostia puta, Andrea era una tía de puta madre.
-Pues se ve que no todo el mundo opina como usted, señor Schulz. ?coge unos papeles de la mesa y los mira?. Según el informe que tengo entre mis manos, anoche, entre las 5 y las 6 de la madrugada alguien la asaltó en su vivienda. ¿Dónde y con quién estuvo usted ayer a esa hora?

Tengo la frente y el labio superior empapados de sudor. Y es sudor frío como el de las películas y los relatos policíacos.
-Joder, anoche me puse como una cuba, solo recuerdo cosas sueltas. Ayer por la tarde estuve en una firma de libros en la Fnac hasta las nueve o nueve y media de la noche. Allí acudió Andrea y al acabar de firmar, fuimos a su casa a beber algo, ya sabe... Puse cara de niño al que pillan meando las cartas de sus vecinos.
-Eh... imagino que se refiere a la farlopa. Le han encontrado bastante cantidad en la sangre.
-Bueno, no me atrevía a decirlo, pero sí. Fuimos a su casa porque Andrea siempre tiene farlopa de calidad. Nos hicimos unas rayas y unos cubatas de Martini. No somos malagente, comisario, nos gusta divertirnos. Pero mírame, no soy ningún santo, me gusta beberme unos cubatas y hacerme unas lonchas cuando lo veo oportuno, no creo que le haga mal a nadie. Solo a mí mismo.
-Chist, -vuelve a levantar las manos- tranquilo, lo que haga usted con su vida no es asunto mío de momento. Tampoco ha venido usted acusado de posesión, venta o tráfico de estupefacientes. Estamos investigando el asesinato de su amiga Andrea. Ya sabemos que las drogas halladas en su apartamento fueron compradas por Andrea, igual que sabemos a quién se las compraba y que estaba haciendo ese tipo entre las 5 y las 6 de la mañana.
-Comprendo. ?mi cara se puso más roja que un tomate secado al sol?. Como le estaba diciendo antes, fuimos a su casa antes de ir a cenar. Ella había reservado mesa en algún sitio que no recuerdo. Déjeme pensar...
-Tanaka. 22:30. No fueron.
-Correcto, no fuimos, ahora empiezo a recordar más cosas. Estuvimos en su casa mucho rato, ya sabe, follando y tal. Imagino que eso empeora las cosas porque le habrán encontrado infinidad de fluidos y pelos míos al... ?trago saliva?... al cuerpo de Andrea.
-No se preocupe, continúe.
-Pues no puedo decirle exactamente hasta qué hora estuvimos en su casa porque encadenamos unos cuantos cubatas, pero recuerdo que Andrea dijo que ya no llegaríamos al restaurante, por lo tanto, hasta más de las diez de la noche. De todas formas, a esas horas ya habíamos perdido todo el apetito. Estuvimos charlando y bailando y nos hizo gracia la idea de ir a un bar que se llama Scloe a hacer el ganso y provocar a la gente. Recuerdo que nos echaron al poco tiempo porque montamos un espectáculo erótico-festivo en un reservado. Cogimos un taxi. ?fijo la mirada en un abrecartas que descansa en la mesa del despacho junto a un montón de hojas en blanco y un montón de hojas escritas a máquina y pienso que debería clavárselo en los putos ojos por mirarme de esa manera tan gay y profesional a la vez. Debería extender mis alas gigantes de moscardón y salir zumbando por la ventana- Todavía recuerdo las miradas del conductor a través del retrovisor. Andrea era una chica extremadamente sexy y le gustaba divertirse incluso más que a mí.
-Le agradezco todos sus detalles, continúe.
-No puedo continuar mucho más. A esas alturas la farlopa dejó de hacer efecto y me subió todo el alcohol de golpe. Probablemente acudiríamos a mi casa, aunque no tengo ninguna visión de mi apartamento. Puede que estuviéramos en otro garito de mala muerte.
-Tengo un testigo que asegura haberle reconocido sobre las 4 de la mañana en un pub llamado Estrellas, con una mujer que encaja con la descripción de Andrea.
-Sí, tiene razón ese testigo. Recuerdo ese antro. Todo lleno de babosos y putas. Recuerdo que tuve que firmar algún autógrafo y me invitaron a speed. Lo siento, no fue una noche muy lúcida para mí. Después de ese antro si que no recuerdo nada, de hecho esta mañana me he despertado en una habitación del hotel Bruselas. ¿Lo conoce?
-Sí. Imagino que estaba solo cuando despertó.
-Sí.
-Ninguna señal de un posible acompañante o una nota manuscrita...
-Que va. Nada.
-De acuerdo, de momento eso es todo. Le agradezco su colaboración y me temo decirle que es necesario que no salga usted del país sin antes avisarme. Es pura rutina, ya sabe que no podemos dejar ningún cabo suelto.
-Entiendo. No se preocupe, estoy a su entera disposición. Cualquier cosa que haga falta... ?realmente este tío da asco y no va a llegar a ningún sitio en la investigación. Apostaría la cabeza.
-Muchas gracias, si quiere añadir usted algo más... ?miró sus informes.
-Pues sí, que es el peor día de mi puta vida.
-Lo siento Señor Schulz.
-Adán.










9





(Si antes odiaba a la gente porque sí, ahora odio a la humanidad completa porque me sale de los huevos.
Tengo una terrible sensación física de malestar. Como si me hubieran quemado el culo con un mechero de gasolina.
Nadie merece vivir y ser libre. Somos el cáncer de piel del planeta Tierra. La escoria del Universo. Y nos reproducimos como dientes de león.
Deberíamos estar todos quemados. Quemados y muertos.)





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