continuemos Adán continuemos

Mientras observo la decoración y ella se escabulle entre el aroma a rosas frescas que impregna el salón, en dirección a la habitación a preparar unas rayas, preparo un par de copas de martini con hielo y pongo la radio en una emisora donde suena música clásica las 24 horas del día y no se como se llama porque siempre suelo escucharla cuando estoy en la cama y me quedo dormido en menos de quince minutos.
Doy un trago y me planto en el umbral de la puerta del dormitorio.
Andrea está de pie junto a un mueble de metal y espejo, que podríamos denominar El Perfecto Paralelepípedo Ortoedro con Aristas Milimétricamente Manipuladas, preparando unas rayas sobre su superficie. Me acerco por detrás y sin poder evitarlo dejo las copas en el mueble y me agarro a sus tetas por encima de la ropa como si de un terremoto estuviéramos hablando. Ella dice algo así como ?me van a salir torcidas? y yo le digo que no pasa nada porque no pienso esnifar encima de ese mueble lleno de microbios que no son míos, que a saber la de potingues que han pasado por esa superficie antes que mi santa nariz. ?¿Entonces?? Dice ella y le digo que se deje hacer, mientras le quito la blusa y la tiro hacia detrás, sobre una silla ergonómicamente interactiva y de color verde. Le desabrocho el sujetador (es uno de esos que tienen el cierre por delante, entre las tetas) y lo tiro sobre la misma silla. Cae de mala manera y resbala hasta caerse al suelo e imagino que de una de las placas del techo sale un brazo mecánico (con un pequeño cerebro positrónico que le permite tener la suficiente inteligencia artificial para dar los buenos días en el lenguaje de los signos) que coge la prenda íntima y la deposita dentro de su correspondiente cajón en la mesilla, no sin antes sacudirla para quitarle el polvo. Me agarro a sus tetas como un niño huérfano. Con dos dedos le pellizco un pezón y le levanto la teta hasta donde me permite la carne y desde ahí arriba la dejo caer, observando por encima del hombro de Andrea como actúa la gravedad en forma de ondas concéntricas. Noto como el diafragma de la barriga de Andrea se acciona un poco y suelta un suspiro. Movimiento circular como el de una sierra de cortar tableros de aglomerado. Le digo que se quite la ropa y que se tumbe en el suelo ahí delante. Ella obedece sin decir ni una palabra y se tumba muy recta con las piernas juntas. Recojo del montón que hay encima del Perfecto Paralelepípedo Ortoedro un poco de coca con la punta de una de mis tarjetas de crédito y la deposito encima del hueso de la cadera de Andrea, en esa zona en la que el deseo ha ido marcando su propio camino hondo hasta la meta de entre sus piernas.
Andrea abre las piernas y aprovecho para darle un pequeño lengüetazo de cariño en su recoveco más preciado haciendo equilibrios, ambos, para no estropear nada. Preparo una raya larga, muy poco geométrica, debido a los resuellos de Andrea. Cojo el tubo de plata. Esnifo media raya por cada agujero de mi santa nariz. Echo la cabeza hacía atrás y suelto la respiración. Dejo el tubo de metal encima del mueble reflectante. Lamo los restos de cocaína de la cadera de Andrea mientras le estimulo el coño con el pulgar derecho. Pienso en la Nebulosa de Orión. Orion Messier 42. Pienso en que el tamaño de esta inmensa nube estelar es, por lo menos, de veinte años-luz, y su distancia a la Tierra, de unos 1.500 años-ídem. Pienso en la parte más densa de la Nebulosa, donde la materia de que se compone está tan rarificada como el máximo vacío alcanzable en nuestro planeta. Pienso en que, a pesar de todo esto, es probable que su masa supere en más de diez veces la de nuestro sistema solar. Pienso en mariposas siderales revoloteando y produciendo un agujero negro con cada batir de alas.
Después de esto, el resto de la noche no tiene mucho sentido. Solo suspiros.



7




Me despierto al mediodía en la habitación de un hotel que no recuerdo. Apuro el último trago de un cubata que descansa en la mesilla junto a una lámpara y mi cartera. Es whisky con agua.

Me duele la cabeza, la nariz, la mandíbula, los ojos y el estómago. Estoy terriblemente cansado y al mirarme en el espejo del cuarto de baño (provisto de dos pastillas de jabón individuales, dos vasos de cristal puestos bocabajo, dos cepillos de dientes desechables y dos toallas de mano) me veo más demacrado de lo normal. Veo ojeras como mareas negras. Veo patas de gallo de pelea. Barba de cinco días. Me veo amarillo y al levantar la cabeza y mirar mis fosas nasales, advierto pequeñas costras de sangre reseca. Suena el teléfono móvil desde la cama. Es la melodía de una vieja canción de Nancy Sinatra. La musa sadomasoquista. These boots are made for walking. No lo cojo. Me afeito con una de las dos maquinillas desechables que hay encima de una repisa de cristal. Me dejo un pequeño bigote lamentable sobre el labio superior. Sin duda, es un hotel barato.
Vuelve a sonar el teléfono. Mientras camino hasta el aparato, pienso en que no estoy muy alejado de los sentimientos de Nancy Sinatra, puesto que yo también estoy a la sombra de mi padre e intento alejarme lo máximo posible de su carrera artística.
Mi padre era arquitecto, amaba el orden de todas las cosas, la rectitud a líneas generales. Era el ejemplo a seguir por toda la comunidad. El individuo casi perfecto del que hablan las escrituras de todas las religiones monoteístas. Era imposible ignorar sus consejos y no errar. Era imposible quitarle la razón y no caer fulminado por un rayo acusador proveniente del mismísimo Olimpo. Murió, y ahora invento mi propio concepto de padre todopoderoso que a veces tiene mi misma cara y un cuerno de rinoceronte en la frente.

Número oculto. Clic.
-¿Sí?
- ¿Schulz? ¿Adan Schulz?
- Adán.
-Buenas tardes, soy Andrés Ortiz, comisario de policía. Le llamo para concertar una cita urgente con usted para esta misma tarde. ¿Estuvo usted anoche con la señorita Andrea María Vega Morán?
-Eh, sí, estuve con ella toda la tarde y noche de ayer. ¿Se ha metido en algún lío?
-Siento comunicarle que la señorita Andrea María Vega ha sido encontrada muerta en su domicilio.

?El impulso hacia el amor, llevado al límite, es un impulso hacia la muerte.?
Marqués de Sade


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