SCHULZ

1) De cómo un abrazo simboliza una vuelta a casa



?-¡Demasiado ancho es el camino de la misericordia! ?dice el sacerdote de La Orden con las manos apuntando al cielo. Gesto que hace que la sotana se le suba más de lo debido y se le vean los calcetines blancos. Supremacía blanca.
El cónclave se reúne cada semana en el caserón oculto, propiedad de El Fundador o Fundátor. Desde la tercera fila de asientos puedo ver como El Número Uno o Primaríus, detrás de unas gafas de sol Rayban vigila las tres entradas a la sala principal. Las dos puertas de madera de roble situadas en la pared sur y el doble portón principal de la pared norte. Las paredes están adornadas con cuadros de querubines tocando el arpa y bailando y sonriendo y observando y gritando y bebiendo y tosiendo y asustando. El suelo es de mármol blanco con vetas color salmón. No puedo concretar ningún pensamiento lógico que explique porqué no veo el techo del gran salón. Solo oscuridad. Quizás el humo no es sólo incienso y nos han drogado a todos, algo que me parece perfecto en el caso de los fieles acólitos de la secta pero no en el mío. Es obvio decir que me he colado y mi vida no corre menos peligro que la vida de un marinero desquiciado.
-?y por eso os digo, hermanos, hermanos míos, que no debéis sino temer al Día, porque será entonces cuando vuestros más horrendos pecados lleguen a oídos de El Ser y no tendréis escapatoria! Será entonces cuando escucharéis vuestro propio crujir de dientes, hermanos, hermanos míos?

Creo que me he equivocado de día, de lugar y de instinto detectivesco. Podría dejar de temblar si al menos mi grabadora Sony de 265 euros funcionara. Si pudiera dar testimonio de toda esta mierda.
El público, los acólitos, tienen todos la cabeza rapada y llevan ropa blanca. No dejo de pensar en Powder. Pienso en que quizás sea el momento de dejar de escribir. De dejar toda la falta historia de mi supuesto talento y enfrentarme a los hechos con lo poco que tengo. Lástima que no me haga caso y que aunque yo no lo sepa, siga creyendo en musas y arañas. Me sabe la boca a chocolate. No tengo mano derecha, se me olvidó decirlo.
El Primaríus me mira demasiado. Yo, en cambio, no puedo mantener el tipo y ver con claridad. Se me vista la nubla del pensamiento. No se donde estoy ni quien soy. Miro hacia arriba en 0.3 segundos, justo dos décimas antes de que una boca babeante con dientes del tamaño de una motosierra se cierre sobre mi tórax.
-¡Ahí lo tenéis, hermanos, hermanos míos!¡Y el Día de la Muerte ha llegado! ¡Acercaos a Él, abrazad la libertad eterna y el eterno clamor celestial bajo vuestra vista! ¡Muerte!?










-Qué quieres que te diga, me parece una puta mierda de final, Adán. Has perdido tus cualidades, amigo. ¿Necesitas un empleo? Has de tener el agua al cuello para venir con esta maximierda, tío. Soy tu amigo, tu editor y amigo, pero no soy gilipollas. ¿Quieres pasta? El viejo Seoane te la presta, cabrón, pero no me martirices con alergias que no me quedan muchas primaveras? -mientras el viejo Seoane me soltaba la parrafada digna más acertada de todas las parrafadas dignas que el viejo Seoane suelta al día, yo, Sir Adán Schulz, que en el idioma de los indios navajos quiere decir ?el que vuelve tras el desescombro?, asentía indiscriminadamente con mis bellos ojos cargados de criptonita- ?seguro que el coche era tuyo, ¿no? Yo ya no me creo nada, jajaja. Maldito hijo prometido, siempre te sales con la tuya, ?Sueños y otras verdades? no suena nada mal, no. Pero por el amor de Dios, escribe otro final si no quieres volver a vivir de la mierda de la alta sociedad. Ya tienes un nombre aunque tú no lo creas. Deberías haber visto la reacción de la gente cuando desapareciste. Te creaste la leyenda en vida, mamón. No vengas ahora a joderla. Eres un semidiós, no te quedan más cojones que agarrar bien fuerte el tridente y gobernar. ¡Coño ya!

No sabéis lo alentador que es sentirte bendito siendo el mayor hijo de puta de la Tierra.
He estado dos años exiliado de mí mismo, viviendo en la frontera de muchas cosas. Yo he visto cosas que jamás creeríais.
Y una mierda.
No he visto nada, me han pasado los días por encima como una máquina apisonadora. He envejecido atrozmente. He bebido una botella de whisky al día en mi primer intento de desintoxicación. He malgastado medio bosque de pinos intentando escribir la novela de novelas, el golpe final a la Humanidad. Y he vuelto con un ordenador lleno de sueños drogadícticos y quemaduras de cigarrillo. He conocido a Robert Rodríguez, pero no diré nada malo de él. He vuelto a nacer rodeado de coyotes que decían ser primos hermanos de David Carradine. Soy el nuevo Jesucristo que viene a salvaros, putas. ¡Abrid las piernas y cloquead!

-?no me lo creía porque yo se que tú no eres así, quizás me equivoque pero yo te veo como un buen tipo, algo pirado y pasado de rosca pero un buen tipo que no pretende ¡escucharme cuando le intento decir algo importante! ?con un ademán matamosquitos el viejo Seoane me dio el susto más grande de mi vida o casi- ¡Maldito Schulz! Intento ayudarle todo lo que este viejo cuerpo me permite y el mal nacido ni me escucha, pensando en los coñitos de siempre que volverá a penetrar de vuelta en la gran ciudad!
-Deberías dedicarte a la rima, viejo. No te sale nada mal, ¿montamos algo? Conocí a Eminem en un puticlub, me dijo que su esposa trabajó allí.
-Jajaja, vienes entrenado, se nota que has estado haciendo piernas. Cómo vas con el tema en cuestión? -al viejo se le nota cuando se pone serio de verdad porque le sale una arruga encima de la sien derecha como de recién levantado de la siesta. Puse los brazos en cruz con las palmas mirando al cielo, levanté la barbilla pulcramente afeitada, miré el alfeizar de la ventana del despacho del viejo y dije:
-Límmmmpio.
-Seguro.
-No.
-Jajaja.
-Jajaja.
-Jajaja cabrón ven aquí que te abrace.
-Jajaja no me toques los pezones, viejo verde.



2) La fiesta íntima de bienvenida




Cuando el reloj del salón dio las doce campanadas comenzó mi fiesta de bienvenida. Todos los asistentes, más de treinta personas que han tenido algo que ver conmigo en los últimos seis años, se afanaron en llenar sus copas y sus bocas.
Había encargado un catering de lujo dos días antes. ?Todo un lujo al alcance de su mesa. Si quiere tener éxito en su próxima reunión, no dude en contratar nuestros servicios.? Seguro. Pasta de langosta, ensalada de remolacha, eneldo y tomates secados al sol, tarta tatín, blablablá blablablá. Mil cosas interesantes que echarse a la boca y yo sin apetito como un buen anfitrión, sí señor.
No tuve más remedio que sonreír levantando la barbilla por encima de los presentes cuando alguien desde la otra punta del salón me gritó por encima del volumen de la música ?el hervido de Pargo está estupendo, Adán?. El vino estaba servido, los vestidos de noche al vuelo, las pieles tersas e hidratadas, ligeramente apergaminadas por el aire acondicionado exento de humidificador de mi salón deluxe. Escurrí mi presencia entre la conversación que estaban teniendo Seoane y Alicia, una chica guapa que no me había follado de la editorial. Hablaban de las últimas novedades literarias entre comentarios de mierda sobre el devenir de sus currículos. Soy demasiado exigente, lo sé. Todo el mundo me lo dice. Dicen que me detesto, que me exijo más de lo que el mismísimo Freud lo haría. Tienen razón. Pero pasan por alto el gran detalle relevante: Señores y señoras del jurado, si conmigo soy así de consciente, perenne y calculador, imaginen lo que pienso de la gente que me rodea. De todos estos pantalones planchados y armatostes de piel y hueso que no pueden respirar.
Dado que he pasado la línea roja del avituallamiento clandestino del ego, como capital del desastre siendo desastre el nombre propio de la región mental más extensa de mi pensamiento, debo decir que aquello no era una fiesta de bienvenida. Era la convocatoria oficial para ver qué mono estaba después de haber pasado exitosamente el ídem. Ver que me seguía afeitando a diario.
Podría decir que había convocado mi propia Farsa Presupuestaria 2006. Y había tenido un éxito de cojones.
No recordaba el 87% de los nombres. Solo los de las chicas guapas y algún que otro lameculos. No soy bueno con los diálogos. No soy bueno con las miradas. No soy bueno con la comida. No soy bueno con la bebida. No soy bueno con el hecho de programar una fiesta. No soy bueno con el hecho de que sea en mi casa y, según las reglas amorales de la fiesta universal, no deba abandonar el local sino en última posición. Me había cansado de todo esto a los cinco minutos de comenzar. Como un galgo en huelga de hambre. Buen nombre para una novela.

-Ey, anfitrión querido y odiado a partes iguales, me pones otra copa o perderás la decencia dejando que sea yo quien lo haga? -alcé la vista del interior de mis córneas y la detuve tres segundos en los hombros de la mujer que me hablaba con voz de chardonnay. Al subir hasta el cráneo pude ver de quién se trataba?- Eres un gilipollas. Estuve preocupada tanto tiempo? Dame un beso ?le doy un beso, le sirvo un chardonnay, le digo ?nena, estás guapísima, ojalá pudiera enamorarme de ti y no solo de esos? volúmenes desafiantes?, me doy media vuelta, desaparezco del salón, me adentro en la cocina, cierro con llave, aprieto el culo para no cagarme encima, saco una bandeja de metal, vuelco un montoncito de cocaína y me drogo para soportar toda esta mierda. ?Ha elegido usted evasión intravenosa, gracias?.
Ahora todo me parece maravilloso. Ahora soy el de siempre, el tótem de hipotálamos calcinados. El engendro de riff agudo. El puto anfitrión de mi fiesta de bienvenida. El inconmensurable ?Agregar al diccionario? de mi mundo de Microsoft Word. Nos vamos entendiendo, colega. Ponme una copa. Adán, no Adam. ¿Acaso no todos tenemos la sensación de que el mundo es terriblemente injusto? ¿No nos pasa lo que a nadie? ¿No somos el mayor desastre de la vida? Claro que sí, ¡seguid mi bigote!

Fui al lavabo a relajar los músculos traseros. Al volver, la mitad de la gente había formado un grupo y la otra mitad corrillos de variopintos y tergiversados debatitos etílicos. Notaba como empezaban a fluir los adjetivos de mi cabeza y lo conquistaban todo como un catálogo de Ikea. Adjetivaban a todos los asistentes y etiquetaban todos los muebles. Miré sobre mi cabeza esperando ver un rombo verde de Sim prefabricado pero por suerte no pude ver nada que no fuera el adjetivo ?DROGADICTO? escrito en rojo, flotando y siguiendo mis movimientos. Sonreí. Malas hierbas que nunca mueren, cartas sobre la mesa, ir de plano y todas esas frases hechas estaban hechas para mí en aquella etapa de la fiesta. Todos pensaban que seguía estando loco por haber sido quien he sido. Me acerqué a la primera mujer en orden de proximidad y le dije:
-Hola, ¿sabes que todo esto lo pago yo y estás invitada y sin la pegajosa letra pequeña de verte obligada a ofertar favores sexuales? ¿Tienes frío? ¿Quieres que apague el aire acondicionado? Al fin y al cabo no era tan malo vivir la vida como si no importara una mierda nada. Hacía tiempo que no entendía nada de lo que pasaba a mi alrededor. Justo desde que salí de casa de mamá.

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