La luz

Nadie debería asomarse a eso que llaman vida

sin esperar caerse por el agujero.

Qué día no me pregunto si hay algo más triste

que tener los ingredientes de la felicidad

y no parar de pensar en personas

que entran dentro de otras personas.

Rezando para que se fuese la luz

…y ahora le tengo miedo a las sombras.

A las imaginaciones que me traen.

A no poder dejar de husmear.

A que oscurezca en horario infantil.

A que se mezclen las piernas,

se cierren los ojos y se vean bocas entreabiertas

que al abrirlos desaparezcan.

Esta tarde he pasado por una librería religiosa

de la que salían sermones por un altavoz

intentando empatizar con mis pensamientos

como los horóscopos de los periódicos,

¿quién habla aquí de redención,

de pecado

o de culpa?

Hablo de la enfermedad de no poder descansar,

del flaco favor,

invisible tortura china,

de no imaginar lo irreal,

de enfrentarme,

como un barco de papel se enfrenta a un anuncio de chicles,

al terrible hecho de que

siempre hay personas

que entran dentro de otras personas

y personas

que escriben textos terribles

con su hija pequeña

al lado,

jugueteando con un bolígrafo de cuatro colores.

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