De quien hablo no es de mí mismo.
Hablo de alguien que no puede soportar
muchas pequeñas etapas de la vida.
Alguien que hace años que
no consigue emparejar los calcetines.
Un hombre alto,
joven y con andares de terrateniente despojado.
Una persona que
no logra entrar en cualquier bar
a comer cualquier cosa cuando va solo.
Puede pasar dos horas intentando encontrar el bar ideal
para comerse un bocadillo de mierda.
De quien hablo no es de mí mismo.
Hablo de alguien que
no aguanta la cotidiana marea de los acontecimientos.
Obsesionado con la experiencia estética platónica
que tantos cuchillazos en el vientre le ha ocasionado.
Alguien que es blanco y es negro.
Un monstruo mutante que se alimenta de inactividad.
¡El monstruo mutante que se alimenta de inactividad!
De quien hablo no es de mí mismo.
Pero sí de la imagen que vivo de mí.
Falsa y real
parecida a la agonía de occidente
representada en la necesidad de compartir miserias,
porque
hablo de alguien que se desangra
agarrándose las tripas
como se agarran los recuerdos de 10.000 días
al alféizar de la ventana.
1 comentario:
Constantemente arriesgando el absurdo
Constantemente arriesgando el absurdo
y la muerte
siempre que él se presenta
sobre las cabezas
de su audiencia
el poeta como un acróbata
escala sobre rimas
en una cuerda floja de invención propia
y balanceándose en miradas
sobre un mar de rostros
instala su camino
al otro lado del día
presentando entre chácharas
y trucos de pies
y las más altas teatralizaciones
y todo sin equivocarse
en nada
con lo que podría no ser.
Pues él es el súper realista
que está obligado a percibir
la dura verdad
antes de tomar un paso o postura
en el supuesto avance
hacia ese trapecio aún más elevado
donde la Belleza se para y espera
con gravedad
para dar su desafiante salto mortal
Y él
un pequeño hombre achaplinado
que puede o no atrapar
su forma eterna
extendida en el vacío aire
de la existencia.
Traducción de Ramón Oyarzún
Lawrence Ferlinghetti
Publicar un comentario